Ray García G.
Diario El Mundo
Ser bombero es una vocación de alto riesgo.
A sus 23 años, Jairo Reyes ya ha vivido lo que muchas personas no experimentan en toda una vida: incendios industriales, fugas de gas tóxico, rescates al borde del colapso y explosiones que ponen en riesgo su vida y la de su equipo.
Aun así, cada mañana, vuelve a ponerse el uniforme. Es bombero en la Central 119 de Orizaba, y eligió servir.
“Desde que salimos de la central, estamos corriendo riesgo. Puede ser una casa que se está colapsando o una fuga de amoníaco. Prácticamente toda nuestra labor implica algún tipo de peligro”, afirma con la seriedad de quien ha estado en primera línea de fuego.
Una vocación que comenzó desde niño
Jairo comenzó su carrera como bombero hace dos años, luego de realizar su servicio social en la corporación. Estudió Ingeniería Mecánica Industrial en el Tecnológico de Orizaba y, como parte de su formación, se integró a la estación de Bomberos.
Lo que inició como una asignación académica, rápidamente se convirtió en un propósito de vida.
Desde niño, recuerda haber sentido admiración por los bomberos.
“Yo veía los videos de cómo hacían los rescates, cómo entraban a habitaciones en llamas. Me parecía increíble que alguien tuviera ese valor. Y un día dije: yo quiero hacer eso. Y lo logré”.
Hoy, divide su tiempo entre su trabajo como mecánico diésel y sus guardias como bombero. Aunque podría elegir una vida más tranquila, asegura que lo que siente al salvar a alguien no tiene comparación.
Cuando el peligro se vuelve rutina
Uno de los momentos más críticos que ha vivido ocurrió durante un incendio en una fábrica en Ixtaczoquitlán. Mientras combatían el fuego desde dos frentes, una explosión estremeció la zona. Estaban a solo 30 metros del estallido.
“La onda expansiva se sintió fuerte… pero le tienes que seguir. No puedes detenerte. Gracias a Dios no resultó lesionado nadie”, recuerda.
Otra situación extrema ocurrió durante una fuga de amoníaco, una sustancia letal si no se maneja con precisión.
“Ahí estás en el hilito de la vida. Ese gas es veneno”, comenta.
En este tipo de casos, dependen de un estricto protocolo de seguridad y equipo especializado para protegerse.
La capacitación es constante: entrenamientos físicos, psicológicos y técnicos que se actualizan cada semana.
El alma del servicio: rescatar vidas
Más allá del fuego, Jairo ha enfrentado emergencias de todo tipo: accidentes vehiculares, rescates en estructuras colapsadas y hasta personas que han caído a un pozo.
“Una vez sacamos con vida a una persona que había caído a un pozo de 12 metros. Eso no se olvida. Saber que la persona sigue viva… es algo que te llena el alma”, dice con una mezcla de orgullo y humildad.
También ha rescatado adultos mayores en incendios o colisiones. Hasta ahora, no le ha tocado rescatar a un menor, y piensa que eso sería algo muy fuerte.
Afortunadamente, no ha visto caer a un compañero en el cumplimiento del deber. Sabe que es una posibilidad real, pero prefiere no pensarlo.
“Espero que jamás nos toque esa situación”, añade con seriedad.
La preparación no se detiene
En la Central 119 de Bomberos de Orizaba, la respuesta a las emergencias se basa en precisión. Cada llamada se clasifica mediante un sistema de timbres que indican la gravedad del incidente: una para el comandante, dos para fuga de gas y tres o más para incendios o accidentes graves. Una vez que suena la alerta, tienen 30 segundos para equiparse y abordar la unidad.
“Tratamos de equiparnos para cualquier emergencia, pero según la llamada, sabemos cómo prepararnos. Es cuestión de segundos”, explica.
Además del equipo y los entrenamientos, hay un factor clave: la prevención. Por eso, Jairo aprovecha cualquier oportunidad para hacer un llamado a la población:
“Antes de salir de casa, revisen todo. No dejen velas encendidas ni aparatos conectados. Cierren las válvulas de gas. Muchos accidentes pueden evitarse con precaución”. Comenta.
Vocación que trasciende el uniforme
Para Jairo Reyes, su compromiso con el servicio es absoluto. Cada guardia, cada llamada y cada rescate confirman que eligió el camino correcto.
En una profesión donde el margen de error puede ser fatal, y donde el valor no se mide en palabras sino en actos, Jairo representa a una nueva generación de bomberos: jóvenes preparados, con formación profesional, sentido ético y un profundo respeto por la vida humana.
“Sacar con vida a una persona y saber que aún está con vida… eso te llena el alma.”