driana Balmori Aguirre
El 28 de septiembre, los recién nombrados -y suponemos que desvelados- miembros de la nueva Junta Provisional Gubernativa, se reunieron en el Palacio para redactar el Acta de Independencia del nuevo Imperio Mejicano, de la que se hicieron dos manuscritos originales, que fueron redactados por Juan José Espinosa de los Monteros, secretario vocal de la Junta, dicha acta fue pronunciada y sancionada por 33 de los 38 miembros de la Junta junto con Agustín de Iturbide en su calidad de presidente de la Regencia y don Juan O’Donojú, último Jefe Político Superior de Nueva España.
Los cinco restantes no acudieron por motivos de salud. El acta no fue firmada ese día sino hasta el mes de octubre.
Acta de independencia del Imperio Mexicano, pronunciada por la Junta Soberana congregada en la Capital el 28 de septiembre de 1821.
La Nación Mexicana que, por trescientos años, ni ha tenido voluntad propia, ni libre uso de la voz, sale hoy de la opresión en que ha vivido.
Los heroicos esfuerzos de sus hijos han sido coronados, y está consumada la empresa, eternamente memorable, que un genio, superior a toda admiración y elogio, por el amor y gloria de su Patria, principió en Iguala, prosiguió y llevó al cabo, arrollando obstáculos casi insuperables…
De los dos ejemplares originales del acta, uno de ellos, estuvo exhibido y resguardado en el salón de sesiones de la Cámara de Diputados hasta que, durante el incendio de la Cámara en 1909 quedó reducida a cenizas. La otra copia, por increíble que parezca, en 1830 fue robada del Palacio Nacional, llevada y vendida en el extranjero. Al enterarse de este hecho, Maximiliano de Habsburgo, inició pesquisas y la recuperó, además de que le imprimió su ex libris –su sello personal-. Siempre la tuvo a buen resguardo, sin embargo, cuando el emperador fue fusilado, Agustín Fischer tuvo acceso a ella y la sacó del país.
Años más tarde, el anticuario español Gabriel Sánchez buscó y ofreció el acta al historiador Joaquín García Icazbalceta, quien la compró, permaneciendo en su familia hasta 1947 cuando su hijo Luis García Pimentel, la vendió al coleccionista y vizconde Florencio Gavito. Éste, en su testamento dejó estipulado que al morir él, se entregara el Acta de Independencia al Gobierno de la República. El 14 de noviembre de 1961 el documento fue entregado de mano propia por Florencio Gavito Jáuregui vizconde de la Alborada, hijo del fallecido Gavito al presidente Adolfo López Mateos. Así mismo se entregó el peritaje de los estudios que se realizaron para comprobar su autenticidad y que consistieron en un minucioso estudio grafológico y paleográfico, con película infrarroja, ultravioleta y otros filtros y mediante los cuales se comprobó que dicha Acta es una de las dos originales, firmadas en 1821.
El documento que mide 52.9 x 71.8 centímetros, se conserva en el Archivo General de la Nación y según una experta: “desde el año 2010 el Acta de la Independencia se encapsuló en una especie de caja con un sistema que genera una atmósfera especial que, gracias al gas argón, que es inerte, garantiza que las condiciones de humedad, temperatura y de presión sean las óptimas para mantener estables las propiedades de los textos. Además, el documento se puede exhibir al público sin que sufra cambio o daño alguno”
Innegable es pues, que Agustín de Iturbide, personaje de luces y sombras, fue por su visión novohispana el artífice y consumador de nuestra Independencia.
Como dato curioso puedo añadir que, los nombres que ostentan varias calles del Puerto de Veracruz son de algunos de los firmantes del Acta de Independencia y así encontramos a:
Agustín de Iturbide
José Isidro Yáñez
José Miguel Guridi y Alcocer
Francisco Manuel Sánchez de Tagle
José Manuel Velásquez de la Cadena
Nicolás Campero
Juan Bautista Raz y Guzmán (tío de Leona Vicario)
Isidro Ignacio de Icaza
Juan María Cervantes y Padilla
José María Echevertz y Valdivieso
Juan Bautista Lobo (por cierto, mal escrito porque las placas de las calles dicen J.B. Lobos)
y Rafael Suárez Pereda
Seminario de Cultura Mexicana