Adriana Balmori A.
El Gral. Felipe Ángeles, el filósofo de la Revolución, el humanista de la Revolución es un gran desconocido para la mayoría de los mexicanos, al que, al fin, le han sido reconocidos sus méritos al dar su nombre a la renovada terminal aérea de Santa Lucía.
Militar honrado y de honor, hombre de mucha cultura considerado como una de las figuras más relevantes de la Revolución sólo después de Madero, y yo diría que junto a él.
Felipe Ángeles Ramírez, nació el 13 de junio de 1869 en Zacualtipán Hidalgo y fue fusilado por órdenes de Carranza el 26 de noviembre de 1919. El historiador Vito Alessio Robles lo describe así: “Tenía el cuerpo alto, erguido y esbelto, era el verdadero tipo del mestizo -tenía sangre otomí-, con tez bronceada y nariz aquilina que recordaba la testa de los caballeros águilas”. Fue un militar de carrera especializado en la enseñanza y la escritura. Sin embargo, un militar “de escritorio”, lo consideraron sus enemigos; un hijo de la Belle Époque que pensaba en la guerra como una ciencia más que como un “arte”.
Pudo ser un militar rebelde, que fue “castigado” con un viaje a Francia por haber criticado en un discurso a los directores de la Escuela Militar de Aspirantes en presencia de Porfirio Díaz, quien apreció y agradeció su sinceridad.
Su padre Felipe Ángeles Melo, llegó al grado de coronel, combatió contra la invasión estadounidense en 1847 y la francesa en 1862. Su madre fue Juana Ramírez. Sus primeros estudios los hizo en Huejutla y Pachuca. Su padre gozaba de la consideración de Porfirio Díaz por sus servicios durante la lucha contra las intervenciones, por lo que, bien impresionado por las dotes extraordinarias de Felipe, le concede una beca y así a los catorce años ingresó al Colegio Militar. De carácter tímido pero muy inteligente, sobresalió como uno de los oficiales más brillantes en la misma generación del chacal Victoriano Huerta, se graduó en 1892 como Teniente Técnico de Artillería, ahora Ingeniero en Armamento. Pese a su juventud fue nombrado profesor del Colegio Militar, de la Escuela de Aspirantes, de la Escuela Nacional Preparatoria y de la Escuela de Tiro, de la que también fue director. Entre otras actividades además de profesor, fue analista y autor de artículos sobre balística y geometría. Sobre
todo un gran artillero. Despertaba lo mismo la envidia que la admiración de sus compañeros por sus grandes logros.
Muchas anécdotas se cuentan de él, en las que siempre anteponía la verdad a sus actos y palabras, se dice que a todos los problemas matemáticos que se le presentaban, él proponía más de una solución. Narran que en una ocasión, uno de sus maestros renunció a la cátedra de Mecánica Analítica que impartía en un grado superior y al preguntarle el director del colegio a quien proponía como sustituto, éste respondió: a mi alumno Felipe Ángeles, sabe más que yo. En otro momento más tarde, el inventor norteamericano de la ametralladora Maxim, ofrecía al gobierno mexicano su nuevo invento: la pólvora sin humo. Viajó Felipe con el comisionado Pineda a los EEUU, para ver una demostración con la que éste, quedó tan impresionado que pretendía hacer ya un pedido, cuando lo detuvo Ángeles demostrando sus inconvenientes técnicos, al grado que con el tiempo Maxim tuvo que retirar su invento del mercado.
Gran aprecio le tuvo al Gral. Díaz, al que acompañaba en sus cabalgatas por el Bosque de Chapultepec y de quien aceptaba de buen grado sus consejos, lo que no obstó para que años más tarde simpatizara y se uniera a la causa maderista. Tan fue así que participó en la organización de los combates de la Ciudadela que desembocaron en la Decena Trágica y fue aprehendido con Madero y Pino Suárez, sin embargo, inexplicablemente, el traidor Huerta lo dejó en libertad, para muchos tal vez por haber sido compañeros de generación en la Escuela Militar. A la muerte de Madero sigue en la causa, tiene que viajar a París y al regresar se presenta ante Carranza quien reconoce sus méritos como militar y lo nombra Secretario de Guerra, con el disgusto de muchos jefes militares debido a que por su inteligencia y honestidad podía ser un obstáculo para sus ambiciones; Álvaro Obregón y otros lo presionan para que sólo lo nombre subsecretario, don Venustiano accede, sin embargo lo deja fuera de las acciones bélicas, por eso cuando Pancho Villa solicita su paso a la División del Norte, Ángeles se une sorprendentemente a la causa con Villa; personajes totalmente disímbolos, funcionan en diversas acciones de guerra como, la batalla de Ramos Arizpe ganada por una hábil estrategia de Ángeles contra Maclovio Heredia comandante de los Carrancistas, la crucial y emblemática toma de Zacatecas, una de las más sangrientas acciones de la Revolución, en la cual casi eliminan al Ejército Federalista y se ganan el encono de Carranza hasta sus últimos días. También juntos hicieron la ocupación de Monterrey y otras; se separaron después de las derrotas en el Bajío, al desoír Villa las estrategias de Ángeles. Brevemente ocupó la gubernatura de Coahuila y de Nuevo León.
Traicionado y denunciado lo hicieron prisionero y en un juicio sumario fue declarado culpable y sentenciado a la pena capital, a pesar de que la concurrencia que acudió al juicio, lo aclamaba y pedía vehementemente su perdón. Fue fusilado en Chihuahua el 26 de noviembre de 1919. Durante su juicio el sólo actuó en su defensa y como epílogo exclamó: “Mi muerte hará más bien a la causa democrática que todas las gestiones de mi vida. La sangre de los mártires fecundiza las buenas causas”.
Dejó en su celda abierto y manido, el libro que, invariablemente llevaba con él: “La vida de Jesús” de Ernesto Renán. Cuando lo llevaron al paredón, hasta el último momento se portó como el militar digno que era y pidió ser él mismo quien dirigiera al pelotón de fusilamiento.
“Venustiano Carranza acusó de traición al hombre que no sabía de traiciones y que en ese mismo momento era traicionado”
Seminario de Cultura Mexicana
Corrido de Felipe Ángeles
“... En el cerro de la mora
le tocó la mala suerte,
lo tomaron prisionero,
lo sentenciaron a muerte.
El reloj marca las horas
se acerca la ejecución,
preparen muy bien sus armas
y apúntenme al corazón.
Apúntenme al corazón,
no me demuestren tristeza,
a los hombres como yo
no se les da en la cabeza.”