Redacción
Recordando que la paz no es posible sin un verdadero desarme, el Papa Francisco envió su mensaje Urbi et Orbi (de la ciudad al mundo) durante la ceremonia del Domingo de Pascua en la Catedral de San Pedro del Vaticano.
En un emocionante momento para los más de 300 mil asistentes, el Papa Francisco salió al balcón tras una crisis de salud que lo tuvo hospitalizado desde mediados de febrero.
En el mensaje pascual, leído por Monseñor Diego Ravelli, Maestro de las Ceremonias Litúrgicas Pontificias, Francisco reitera su llamado al alto el fuego en Gaza, pide la liberación de los rehenes israelíes y el envío de ayuda humanitaria a los hambrientos.
“Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Pascua!”, estas fueron las breves y sentidas palabras del Papa Francisco al asomarse a la logia central de la Basílica de San Pedro para la bendición tras la santa misa presidida por el Cardenal Angelo Comastri, por decisión del Pontífice.
Este gesto, lleno de esperanza y de fe, marcó no solo la celebración de la Resurrección de Cristo, sino también un testimonio de su fortaleza y dedicación pastoral, a pesar de las adversidades físicas que ha enfrentado en las últimas semanas.
El Santo Padre recordó que la resurrección de Jesús es el fundamento de la esperanza y que a partir de este acontecimiento, esperar ya no es una ilusión.
Su mensaje estuvo lleno de referencias a conflictos y situaciones de las cual emitió mensajes de deseo para pacificar.
El Papa exclamó: "¡Cuánta voluntad de muerte vemos cada día en los numerosos conflictos que afectan a diferentes partes del mundo. Cuánta violencia percibimos a menudo también en las familias, contra las mujeres o los niños. Cuánto desprecio se tiene a veces hacia los más débiles, los marginados y los migrantes".
Pidió que "se irradie la luz de la paz sobre toda Tierra Santa y sobre el mundo entero" y se mostró próximo al sufrimiento de los cristianos en Palestina y en Israel, así como a todo el pueblo israelí y a todo el pueblo palestino "donde el terrible conflicto sigue llevando muerte y destrucción, y provocando una dramática e indigna crisis humanitaria”.
Abogó por cesar el fuego, liberar los rehenes y prestar ayuda a la población "que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz" y recordó las comunidades cristianas de Líbano, Siria, Yemen y exhortó a toda la Iglesia a acompañar con atención y con la oración a los cristianos del amado Oriente Medio.
También hubo momento para recordar a Ucrania, aludió al Cáucaso Meridional y alentó a rezar "para que se llegue pronto a la firma y a la actuación de un Acuerdo de paz definitivo entre Armenia y Azerbaiyán, que conduzca a la tan deseada reconciliación en la región".
Francisco implora la paz y el consuelo a los pueblos africanos víctimas de agresiones y conflictos, "sobre todo en la República Democrática del Congo, en Sudán y Sudán del Sur, y sostenga a cuantos sufren a causa de las tensiones en el Sahel, en el Cuerno de África y en la Región de los Grandes Lagos, como también a los cristianos que en muchos lugares no pueden profesar libremente su fe".
"La paz tampoco es posible sin un verdadero desarme"
El Sucesor de Pedro aprovechó la ocasión para llamar a los que desempeñan responsabilidades políticas a no ceder a la lógica del miedo que aísla, "sino a usar los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo".
“Estas son las “armas” de la paz: las que construyen el futuro, en lugar de sembrar muerte.”
En la conclusión de su mensaje, con motivo del Jubileo Ordinario de 2025, el Santo Padre expresó: "La Pascua sea también ocasión propicia para liberar a los prisioneros de guerra y a los presos políticos".
Otro momento especialmente conmovedor ocurrió al final, cuando Francisco se subió al papamóvil y recorrió la Plaza de San Pedro, saludando a los numerosos peregrinos presentes, felices de verle.