Martes 30 Septiembre 2025

Adriana Balmori A.

Para casi todos nosotros y la mayoría de los niños de hoy, el Día de Reyes ha sido y es, el más esperado del año, la emoción y la ilusión de este día, es única.

¿Quiénes fueron los Reyes, Magos o Sabios que llegaron de oriente a adorar al Niño Dios? El Evangelio de Mateo 2 y la tradición oral nos hablan de tres de ellos que siglos después fueron nombrados, Melchor, Gaspar y Baltazar, se ha supuesto que eran tres, porque tres regalos recibió Jesús, el ORO, regalo de reyes, INCIENSO, para venerar a los dioses, y MIRRA, una resina para embalsamar los cuerpos humanos, con lo que se nos indicaba que Jesús es verdadero DIOS, verdadero REY y verdadero HOMBRE.

Sin embargo, por los evangelios apócrifos y algunas tradiciones orales a través de los siglos se ha hablado de un legendario cuarto rey, que no pudo  llegar con los otros, y al que se le han dado varios nombres como Alazar, Arbatán y el más conocido Artabán,  que se hizo famoso por el cuento del pastor y escritor norteamericano Henry Van Dike, llamado El otro Rey Mago,  que fue publicado en 1896, y en el que se cuenta que  dicho rey llevaba como regalo piedras preciosas: un diamante de Méroe, que repele los golpes del hierro y neutraliza los venenos; un jaspe de Chipre, que estimula el don de la oratoria; y un rubí de las Sirtes, cuyo fulgor disipa las tinieblas del espíritu, cuento, que  tal vez esté inspirado, en una leyenda rusa, que habla de un cuarto rey mago pero en lugar de joyas llevaba aceite y vino y no montaba camellos ni caballos sino llevaba una gran recua de burros. Básicamente la historia es la misma y dice que, cada uno de los magos vio la estrella de Belén y supo que había nacido el Rey de Reyes y así mismo sabían que tendrían  que reunirse en  Borsippa, un lugar muy cerca de  Babilonia, en un tiempo determinado y, hacia allá  se dirigieron, pero resulta que de camino, Artabán que probablemente venía de Persia, se encontró a un comerciante que había sido asaltado, malherido y abandonado, por lo que se detuvo a socorrerlo y llevarlo hasta un lugar seguro, donde dejó una de sus joyas para que fuera atendido y entregado a su familia,  en ello, perdió un valioso tiempo y cuando llegó al lugar acordado, los otros Magos ya habían partido, decidió seguir él solo a la estrella y tratar de alcanzarlos; continuó su camino y a medida que avanzaba, socorría a los necesitados, curaba a los enfermos, como médico y sabio que era, igual que los otros magos, y así cuando llegó a Belén se encontró con las huestes de Herodes que consumaban la matanza de los inocentes y en un momento dado, vio a un soldado espada en mano presto a asesinar a unos inocentes, al que le ofreció a cambio  el rubí que llevaba, y el soldado lo aceptó, sin embargo el jefe del soldado lo vio, lo apresó y fue  condenado a treinta años de prisión. En medio de las tinieblas de su encierro, llegó a escuchar los rumores sobre un Galileo que sana a los enfermos, expulsa a los demonios, alivia los corazones atribulados y ofrece el perdón de los pecados.

Tiempo después fue liberado y siguió buscando a Jesús por donde sabía u oía que estaba o había estado, siempre brindando su  ayuda en los lugares por donde pasaba sin pensar que las piedras preciosas y su  dinero se habían agotado poco a poco.

Así, siguiendo su búsqueda llegó a Jerusalén y supo que en el monte Gólgota crucificarían a un hombre que decían era el Mesías enviado por Dios para salvar al mundo.

Mientras se abría paso en medio del tumulto, Artabán se dio cuenta que una mujer era llevada a la plaza en donde sería vendida como esclava para pagar las deudas de su padre; sin pensarlo dos veces, entregó el jaspe de Chipre que había logrado conservar, y compró la libertad de la jovencita, que agradecida, besó sus arrugas y sus ojos yermos. Desconsolado y triste se derrumbó en plena calle; en ese momento el cielo se oscureció y la tierra tembló.  Una roca lo golpeó dejándolo moribundo. Artabán, supo que su fin había llegado y agonizando pidió perdón  a Dios por no haber cumplido con la misión de adorar al Mesías, en ese momento, escuchó la voz del hombre crucificado que resplandeciente le susurraba: “Cuanto hiciste por mis hermanos, lo has hecho por mí”

Hasta la fecha, me gusta seguir creyendo en esos reyes, magos, médicos o astrónomos, pero sobre todo sabios, que buscaron, adoraron y llevaron regalos al Divino Niño. Ojalá que, como aquel Rey Mago, nosotros podamos encontrar, adorar y obsequiar a Dios Niño al igual que Artabán, en el servicio y el amor al prójimo.

 

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