Viernes Santo, 10 de abril en la ciudad de México:
En medio de un calor asfixiante y el cielo rosado, de nubes bajas, indeciso, entre granizo o nada, mientras el aire huía y quedaba un sopor húmedo, en la cocina de la hermosa casona de la calle del Ángel -hoy Isabel La Católica-. borboteaban los cazos de agua hirviente que agudizaban el calor, cuando la puerta se abrió de golpe y se oyó:
¡Fue otra hembrita!, casi gritó Tomasa cuando entró a la cocina a dejar sábanas mojadas y a traer agua hervida y más toallas limpias. ¡Nomás eso nos faltaba!, le contestó la Chole, “ora sí quel patrón vandar bien muino”, se las bebía por un machito, y la tercera no fue la vencida como esperaba. Las que sí vanandar de jolgorio son las escuinclas Brígida y la Ma. Luisa, que pa’ nada querían un Gasparcito que las desbancara.
Mientras en los aposentos de doña Camila, todo era agitación y revuelo, Gaspar Vicario, se tumbó en una poltrona; con un sabor agridulce en la boca y encontrados sentimientos agradeció a Dios, como hombre de fe que era, que el parto hubiera transcurrido con sobresaltos, sí, pero con normalidad, que la criatura hubiera nacido sana y fuerte y que su mujer no había sufrido más allá de lo normal que cualquier parturienta…
Seguramente por el calor y ya relajado, dormitó unos minutos. Cuando se espabiló, sigilosamente entró a la pieza donde rendida después del parto descansaba Camila, su mujer, aun así, con la cara brillante de sudor, la vio singularmente hermosa como cuando la conoció en Toluca de donde era su familia, tenía fama por su belleza, su porte y distinción, sus ojos eran vivaces, donde destacaba un brillo inteligente…
Buscó y entre un manojo de encajes y listones adivinó la redonda y enrojecida carita de la pequeña criatura, y salió hacia la iglesia para participar en los oficios del Viernes Santo, así como también, hablar con el sacerdote para hacer los preparativos del fastuoso e inminente bautismo.
Cinco días después en la parroquia del Arcángel San Miguel, en la calle de San Jerónimo tuvo lugar el bautizo y, Ma. Soledad Leona Camila, fue apadrinada por su tío materno Agustín Pomposo, que ya para ese entonces hacía acuciosos estudios para enlazar su genealogía a la de los reyes alcohuas. Decía ser descendiente de Ixtlixóchitl último rey de Texcoco y por su raíz española, de la Casa de Benavente, lo cual acreditó en el periódico El Siglo XIX. Por lo que la recién nacida quizá algunas gotas de sangre real indígena, tendría. Lo curioso es que, a pesar de tanto boato y oropel, a la niña se le llamó simplemente Leona, y ¡vaya que lo fuiste!
Adriana Balmori Aguirre
Fragmentos del capítulo de mi autoría, “Querida Leona, la Vicario en Femenino”, en el libro “Inventoras de la Matria”, editado por el INEHERM, 2023, y que presentaremos en el próximo mes de mayo en la FILO de Orizaba, a la que oportunamente estarán cordialmente invitados.